Materia inerte
Los custodios procedieron a apearse de sus monturas para entablar la villa tras el foso.
Arriba les esperaban crueles despertares, propios de una escalinata de sinsabores que buscan su rol en aquella desdichada ciudadela del destierro. ¿Quién iba a mentarles cualquier opción alterna a un grandioso y rotundo ensalzamiento entre vítores y ágapes tras la gesta cosechada?
Librar a la comarca de aquellos rufianes que procedían atemorizando desde hace lustros había de meritar algo más que un solemne silencio previo al ostracismo que les aguardaba. Al menos al modo de ver de estos honorables guerreros. Aun así, diabólica era la rigidez que inundaba los rostros de las mujeres que juzgaban en ojeada sus pasos, turbadas por algo que se advertía de vuelta tras siglos eclipsado. Los más pequeños dejaron de ambicionar parecerse a sus héroes para dar paso a observarles pasar con mirada perdida ante un destino fatuo el cual pudieran adivinar hasta los más ingenuos del lugar.
Aquellos malhechores sucumbieron no más presos de la preocupación que bañaba aquella sombra. No malgastaron la ganga sin anticipar el desazón y la ruina que paradójicamente vendrían tras imaginarse empapados de oro y vino.
Pero aquel dragón seguía vivo, y terminó por desolar la tensa calma que azotaba la fortaleza tras recibir a sus honrosos defensores. Y es que no existe majestuosidad más vasta que la de una criatura así, tan naturalmente dichosa y solitaria. Ni la más alta de las hazañas podrá jamás borrar la avaricia de quien mantiene su vista desde el cénit y juzga al resto con mucho más que su aparente impetuosidad.
Disfrutad.
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