Borrón y cuenta nueva


Balanceándose uno pierde el eje gravitatorio, y es que a media tarde en especial, ocurren hechos que difícilmente pudiésemos advertir a la sombra de una cautela desmedida. Dicen que toda ave deposita su confianza en un desafío a la proposición de leyes directamente proporcional al temor que tenemos los seres humanos de perder nuestras piedras preciosas, volando.

Subes, te elevas, y pierdes toda referencia con el suelo. La misma impresión que cuando te atreviste por primera vez a soltarte de manos encima de la bicicleta,... ¡y de piernas! Seguramente sea utópico pensar que algún día el intelecto humano ondulará frágilmente junto a la inocencia perdida de tantos desengaños causados por alguien que, justo, no quería causarlos. Un enlace permanente al exilio de un folio ya mojado, que sin saber cómo ni por qué, se ve en manos de quien en su día hizo, de nuevo sin propia voluntad, por malograrlo.

Aterriza, pero sin perder de vista el cielo, el espacio entre estrellas, ese que te corresponde ocupar cuando alguien quiera evocarte y ya no estés. Ve haciéndote hueco, que para volar siempre hay tiempo. Aun así por ahora toca codearse con los que a día de hoy navegan por el firme, aunque no entiendan la manera que tienes de darle siempre el sentido más inverosímil a las líneas que forman esta intermitente, aunque interminable historia.

Disfrutad

Comentarios

  1. Deseando estoy de volver a leerte JM

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  2. Mientras sigas escribiendo me resultará imposible tomar tierra, pues mi alma, deslumbrada por cada una de tus palabras, convierte en difusas las calles de mi vida... y el roce de tus labios irrumpe en mi pensamiento... alzándome con fluidez, y de forma incontrolable, a la plenitud más intensa. Para qué aterrizar.

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